Trazos de paz en Culiacán: Deyci Valenzuela pinta un mensaje de inclusión en su secundaria en Los Ángeles
Deyci Guadalupe es una joven de 12 años que busca transformar su escuela y su comunidad con un mural que promueve la paz, la inclusión y el respeto en Culiacán


A veces, la transformación de una comunidad comienza con algo tan simple como un trazo. Y en el caso de Deyci Guadalupe Valenzuela Gastélum, ese trazo tomó forma de manos, corazones y colores que claman por inclusión, equidad y, sobre todo, paz.
A sus 12 años, esta estudiante de Primero “D” en la Secundaria Nueva Creación, ubicada en el Fraccionamiento Los Ángeles, ha dejado su huella –literalmente– en uno de los proyectos artísticos más significativos de su entorno: El Arte es Nuestra Creación, una iniciativa impulsada por SUMA Sociedad Unida, en colaboración con el artista urbano Denser.

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El propósito de esta iniciativa es que los jóvenes se expresen mediante el muralismo, transformando sus escuelas en espacios de diálogo, conciencia y esperanza.
El boceto de Deyci: un grito por la inclusión y la paz
Deyci participó desde la etapa inicial: los bocetos. "Primero hicimos unos dibujos, y luego a quienes hicimos los más bonitos, nos invitaron a trabajar en los murales sobre la paz", cuenta para Tus Buenas Noticias con una naturalidad que contrasta con la fuerza simbólica de su obra.
Su propuesta fue contundente: varias manos formando un corazón, con el símbolo de la paz como elemento central. "Lo hice porque hay mucha discriminación y racismo. Quise hablar de eso con mi dibujo", explica.
Aunque para ella el dibujo es un pasatiempo, su sensibilidad y capacidad de observación podrían competir con la de cualquier artista emergente.
“Me gusta mucho dibujar rostros. Los ojos, las cejas, el cabello… me fijo mucho en los detalles”, menciona con entusiasmo.
Deyci sueña con ser psicóloga
Pero Deyci no se encasilla en una sola forma de expresión. También le apasiona el deporte, en especial el voleibol, y sueña con convertirse en psicóloga. ¿La razón? Su deseo profundo de ayudar a los demás.
“Me interesa mucho la psicología en niños. He visto videos, me he puesto a investigar, y me llama la atención. Quiero que las personas estén bien emocionalmente”, asegura con sorprendente madurez.
Sus calificaciones son otro reflejo de su compromiso. “Me ha ido muy bien, últimamente he sacado puro 10”, comenta con una sonrisa tímida. Sus materias favoritas: tecnología, artes y educación física. “Me gusta aprender cosas útiles y moverme, pero también expresarme”, dice.

El arte por la paz, una gran experiencia
La experiencia con los murales fue, para ella, más que una actividad artística: fue una lección de vida. Junto con el artista urbano Denzer, aprendió a usar pintura en aerosol y a trabajar en equipo.
“Mi boceto era grande, así que otros compañeros me ayudaron a pintarlo. El artista nos enseñó cómo usar las latas, y nos dejó hacer nuestros propios trazos. Me gustó mucho”, recuerda.
El mural que hoy adorna una de las paredes de su secundaria es más que un trabajo colectivo: es un testimonio visual del poder de los jóvenes cuando se les brinda voz y espacio.
“Nos sentimos muy orgullosos. Los maestros nos felicitan mucho, y hemos recibido muchos comentarios bonitos”, comparte Deyci, aún sorprendida de ver su idea reflejada en gran formato. “Me gusta mucho verlo ahí”.
El principal anhelo es la paz en Culiacán
En un contexto como el de Culiacán, donde la violencia ha teñido el día a día de muchas familias, estas iniciativas funcionan como un bálsamo. Son pequeños actos de resistencia creativa que, más allá de embellecer los espacios, generan conversación, reflexión y cohesión.
“Aquí hay un cochinero”, dice con crudeza Deyci, “pero hemos hecho actividades de paz, y yo creo que mi dibujo puede ayudar”.
Su testimonio es prueba de que el arte no necesita ser profesional para ser poderoso. Que la belleza no se mide en técnicas perfectas, sino en la honestidad con la que se comunica una idea. Y que el cambio no siempre comienza con discursos largos o reformas estructurales.

“Dibujar es como un deporte para mí”, insiste. Lo hace por gusto, por instinto, sin expectativas de convertirlo en carrera. Pero, aunque no lo sepa aún, ya ha logrado lo que muchos artistas buscan durante años: conmover, despertar preguntas y sembrar esperanza.
Detrás de sus logros también hay una red de apoyo importante: su madre, Gisela Gastélum; su abuela, Esvelia; y su hermana, Nuvia. Todas forman parte de ese círculo que la impulsa a crecer, a expresarse, a soñar con una sociedad más justa, más comprensiva.
A veces, los mensajes más claros, los gestos más valientes y las propuestas más profundas vienen de los jóvenes. Con un aerosol en mano, una mirada firme y el corazón lleno de ideas, Deyci nos recuerda que construir paz también es cuestión de arte.