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Entre palomitas, piloncillo y esfuerzo, Julián se convirtió en el Señor de los Ponteduros en Navolato

Julián es mucho más que un vendedor de dulces. Es un padre que transformó una receta familiar en un negocio de familia.

11 julio, 2025
Julián, es El señor de los ponteduros en Navolato todos lo conocen así.
Julián, es El señor de los ponteduros en Navolato todos lo conocen así.

A Julián Alberto Ojeda Lazcano lo conocen en todo Navolato, pero nadie le llama por su nombre. Para la mayoría, él es “El señor de los ponteduros”, ese hombre amable que aparece con una sonrisa en la calle, en el mercado Hidalgo, cargando su mercancía con orgullo y buen ánimo.

Tiene 54 años, aunque con su actitud juguetona suele decir: “Me los quito, siempre digo que tengo 40”.

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Navolato, su nueva casa

Junto a su esposa Luz María, Julián trabaja con mucho esfuerzo para salir adelante.
Junto a su esposa Luz María, Julián trabaja con mucho esfuerzo para salir adelante.

Y es que hablar con él es como conversar con un amigo de toda la vida. No hay pose, no hay queja, solo sinceridad y una vida que ha sabido endulzar con esfuerzo.

Julián nació en Culiacán, donde aún viven sus padres. Pero hace más de dos décadas, el amor lo trajo a Navolato.

“Me trajo la muchacha”, dice riéndose, en referencia a su esposa, Luz María Cárdenas, con quien tiene 25 años de casado y tres hijos que son su mayor orgullo.

Una vida dedicada a la venta de dulces

Además de ponteduros Julián vende tamarindo con chile, cocadas, y jamoncillos.
Además de ponteduros Julián vende tamarindo con chile, cocadas, y jamoncillos.

Antes de los ponteduros, Julián vendía dulces en tiendas. Siempre fue dulcero, de los que disfrutan probar lo que venden. Pero cuando llegaron los momentos difíciles, de esos que aprietan sin avisar, el dinero ya no alcanzaba ni para lo básico.

Fue ahí cuando algo le llamó la atención: su suegra, doña Micaela Solano, quien preparaba ponteduros, tamales y otros antojitos para salir adelante.

“Yo no sabía hacer nada de esto. Vi que ella los hacía y le pedí que me enseñara. Y sí, aprendí, primero viendo a mi esposa que también los hacía, y luego ya de lleno con mi suegra. Ella me enseñó todo”, confiesa para Tus Buenas Noticias.


Pero doña Micaela no solo le dejó una receta. Le dejó un ejemplo de vida.

“Ella no fue egoísta. Siempre compartía, ayudaba, enseñaba sin esperar nada. Para mí fue la mejor persona que he conocido en mi vida. De ella aprendí también a dar sin esperar nada a cambio”, confiesa con gratitud.


Así comenzó Ponteduros Navolato, su pequeño pero constante negocio familiar.

La venta de ponteduros, la clave de salir adelante

Julián arma los ponteduros y les da forma con sus manos con mucha agilidad.
Julián arma los ponteduros y les da forma con sus manos con mucha agilidad.

Lo que para algunos podría parecer solo un antojo típico de la región, para Julián y su familia ha sido el camino para salir adelante.

Cada bolsa de ponteduros, cada cocada, cada tamarindo con chile representa más que un ingreso: es un ladrillo en la construcción del futuro de sus hijos.

“De la venta de ponteduros salió para los estudios de mis hijos. Tengo tres hijos: uno estudió medicina y el otro enfermería. Otro tiene su propio negocio de vasilocos. Y de aquí salió todo. Con humildad pero a base de mucho trabajo”, testifica.


Su familia unida le ha recompensado el esfuerzo

Y es que a pesar de las carencias, la familia siempre ha trabajado unida. Hoy, su esposa le ayuda a elaborar los dulces, mientras él los arma, embolsa y sale a vender. No tienen grandes herramientas, ni maquinaria.

“Yo hago las palomitas en la estufa y ahí mismo hago la miel con piloncillo. No tengo palomera, pero algún día me la voy a comprar. Cuesta como 20 mil pesos… está muy cara para mí, pero me voy a cansar menos cuando la tenga”, dice con ilusión.


Con habilidad y mucha práctica, Julián forma los ponteduros a mano, cuidando que la miel no se enfríe antes de tiempo, y embolsándolos con rapidez para que no pierdan su textura.

"El ponteduro feliz", la mascota del negocio

"El ponteduro feliz" es la mascota que acompaña a Julián durante los eventos.

A donde va, Julián lleva su carisma. Pero también tiene una manera única de promocionar su producto: creó una botarga que llamó “Ponteduro feliz”.

“Es una mascota que baila, va a fiestas, a eventos, a donde me inviten. Cuando me la pongo me transformo. A los niños les encanta”, dice sonriendo.


En todo Navolato tiene su punto de venta

Julián sale a la calle diariamente para vender sus ponteduros.
Julián sale a la calle diariamente para vender sus ponteduros.

Para la venta de sus ponteduros, su punto fuerte es el Mercado Hidalgo, pero también lo buscan en Villa Juárez, La Palma, Altata y por supuesto, entre las calles de Navolato.

Pero Culiacán, también es su mercado. Entrega ponteduros en todos los locales de la Central Camionera, donde los comerciantes lo esperan cada semana.

“Lo que más se vende son los ponteduros, pero también hago jamoncillos, tamarindos, cocadas... depende de lo que pidan”, comparte.


El trabajo arduo es su receta del éxito

Para Julián, no hay fórmulas mágicas. Su receta es simple: amor, ganas de trabajar, y no rendirse.

“Somos pobres, pero trabajadores y honrados. Eso nadie nos lo quita. Aquí no hay lujos, pero sí mucha dignidad”.


Hoy en día, Julián sueña con mejorar su producción comprando una palomera industrial. Sabe que no es fácil, pero tampoco imposible. Ya ha logrado muchas cosas que parecían inalcanzables, como ver a sus hijos graduarse y tener un nombre reconocido en todo Navolato gracias a un dulce típico.

A donde va, la gente lo saluda. Lo buscan. Lo aprecian. Y eso para él, es más valioso que cualquier otra cosa.

“Aquí todos me conocen. Me dicen El señor de los ponteduros. Y yo feliz, porque ese soy yo”.


Porque cuando se trabaja con amor como lo hace Julián, hasta el piloncillo sabe más dulce.


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