Rajveer Singh es el joven alemán que vino a enseñar inglés y terminó aprendiendo el idioma del corazón culichi
Llegó a Culiacán como voluntario de AIESEC para enseñar inglés en la Casa del Estudiante de San Ignacio. Lo que no imaginaba era que en esta ciudad encontraría una segunda familia, una nueva forma de mirar el mundo.

Cuando Rajveer Singh bajó del avión en Culiacán, lo primero que sintió fue el calor.No solo el que desprende el sol de Sinaloa, sino el de la gente que lo recibió con sonrisas, curiosidad y afecto.
“Yo enseño inglés y ellos me enseñan español”, dice entre risas, con un acento dulce que delata su origen alemán, pero también la paciencia de quien ha aprendido a comunicarse más allá de las palabras.
Rajveer tiene 20 años, estudia ingeniería industrial y trabaja en una empresa en Alemania que le ofreció la oportunidad de hacer un voluntariado internacional. Cuando le preguntaron a qué país quería ir, no dudó.
“Quería conocer Latinoamérica. No sabía mucho de la cultura, solo lo que había visto en películas y series, pero México me pareció un gran lugar. Además, las fechas coincidían con mis vacaciones universitarias, así que todo encajó”, cuenta.
Así fue como el joven de raíces indias y alma curiosa llegó a la Casa del Estudiante de San Ignacio, en Culiacán, para impartir clases de inglés. Sin saberlo, estaba a punto de vivir una de las experiencias más significativas de su vida.
“Aquí la gente sonríe, aunque tenga calor”

Su primera semana fue un reto. Todo era nuevo: el idioma, la comida, las costumbres. Pero también todo era emocionante. “En Alemania la gente es más reservada. Aquí, en cambio, todos te saludan, te ofrecen comida, te preguntan cómo estás. Eso me gusta mucho”, confiesa con una sonrisa.
Los jóvenes de la Casa del Estudiante lo adoptaron rápidamente. Le enseñaron a decir sus primeras frases en español, a comer tacos con limón y salsa sin miedo, y hasta a bailar un poco de cumbia en las noches.
“Yo enseño inglés, pero ellos me enseñan más cosas: me enseñan a ser paciente, a reírme, a disfrutar la vida con calma”, dice con una sonrisa tímida.
Rajveer llegó preparado para dar clases, pero no para la cantidad de cariño que recibiría. “Un día, uno de los estudiantes me llevó un dulce típico. Me dijo: ‘Para que pruebes algo de nosotros’. Fue un detalle pequeño, pero me hizo sentir en casa.”
La comida y el clima son como en la India

Nació en Alemania, pero sus padres son originarios de Punjab, una región en la frontera con Pakistán, conocida por su comida especiada y su calidez humana.
“Por eso no me costó tanto adaptarme. El clima caliente y el picante me recordaron a casa”, comenta entre risas.
Su plato favorito, dice, es el mole. “No lo conocía, pero el sabor es increíble. También me gustó el sushi de aquí, es diferente al de Alemania. Y los Takis… los Takis azules con limón, ¡muy buenos!”, dice divertido, recordando que incluso las botanas en México tienen historia y personalidad.
Su religión lo enseña a servir y proteger

Rajveer practica el sijismo, una religión originaria del norte de India basada en la igualdad, la paz y el servicio. Cada mañana dedica una hora a sus oraciones. Lleva turbante, como símbolo de respeto y compromiso.
“Es una forma de decir: estoy aquí para ayudar. El turbante es una corona, representa dignidad y servicio. En nuestra historia, los sijs protegían a los heridos durante las invasiones. Por eso seguimos esa tradición: servir a los demás”, explica con orgullo.
Cuando los estudiantes de la casa le preguntan por qué usa el turbante, él lo toma como una oportunidad para enseñar respeto entre culturas. “Les explico que es parte de mi fe. Y ellos lo entienden. Eso me hace sentir aceptado”.
Culiacán es colorido, cálido e interesante

Después de casi dos meses en la ciudad, Rajveer se siente más culichi que turista.
Su lugar favorito es el centro. Le gusta caminar entre las tiendas, escuchar la música de las calles, ver los colores en las paredes y probar comida nueva.
“Culiacán es colorido, cálido e interesante. Todo es diferente a Alemania: las calles, los árboles, la gente. Aquí todos se saludan, se ayudan. Eso me gusta mucho”, dice con una mezcla de nostalgia y alegría.
Entre sus recuerdos más bonitos está su visita a Altata y La Cruz, donde vio el mar por primera vez.
“Fue impresionante. La gente era igual que en Culiacán: feliz y amable. Todos sonríen. Creo que por eso me gusta tanto México, porque aquí todos parecen disfrutar la vida”, cuenta mientras recuerda el atardecer junto al mar.
Lo único que extraña es su coche… y a su familia
Aunque se siente cómodo en México, hay cosas que Rajveer extraña: el clima frío de Alemania y manejar su coche. “Me gusta conducir, pero aquí es complicado”, admite.
Y, por supuesto, a su familia. Sus dos hermanas mayores lo siguen de cerca por videollamadas, y su madre le pregunta si está comiendo bien. “Sí, mamá, estoy comiendo muy bien”, les responde siempre con una sonrisa.
Un joven con dos culturas… y un corazón que ya late en tres

Rajveer no solo representa el intercambio cultural que promueve AIESEC, sino también la conexión humana que trasciende idiomas, religiones y fronteras.
Su paso por Culiacán dejó huella, tanto en él como en los jóvenes con los que convivió. “Aquí aprendí que todos somos iguales, sin importar de dónde venimos. Todos queremos lo mismo: paz, amistad y respeto”.
A unos días de regresar a Alemania, Rajveer tiene claro que volverá algún día. “Quiero regresar. Aquí me siento como en casa. México me ha dado mucho más de lo que yo vine a dar”.
Rajveer vino a enseñar inglés, pero se lleva lecciones mucho más profundas: la alegría de compartir, la fuerza de la comunidad y la calidez de un pueblo que lo acogió sin preguntar su origen.
Porque cuando las culturas se encuentran con respeto y corazón, el idioma deja de importar.