EL LOBO NECESITA UN CONEJO
Desde niño soñaba con conocer el estadio del Real Madrid, porque ahí jugaba mi ídolo: Zinedine Zidane.


Hasta mis 34 años lo pude cumplir. Tenía que viajar a Barcelona para mi graduación de la maestría y aproveché la semana previa para conocer Madrid. Era la oportunidad perfecta para cumplir mi sueño desde morro.
Era la primera vez que cruzaba el charco. El estadio estaba recién remodelado, todavía olía a pintura fresca. Me veía normal, pero por dentro me sentía como niño por primera vez en Disney.
Recorrí todo el estadio, los vestidores, el túnel hacia la cancha, la banca donde se sientan los jugadores, las vitrinas, las Champions. Hasta que vi una vitrina especial, lejos de los trofeos, con solo un documento adentro. Me acerqué para ver qué era. Era el Acta Constitutiva del club de 1902. Una hoja amarillenta y vieja que nadie pelaba.
El Real Madrid, desde su fundación hace más de un siglo, era un equipo improvisado, jugando en un terreno de carga y descarga, movían las porterías de fierro a mano, sin pasto, sin estadio, sin presupuesto, pero tenían algo que la mayoría de las empresas no tiene: visión.
El Real Madrid sabía quién quería ser desde antes de ser el Real Madrid. Tu empresa debería hacer lo mismo.
Desde que nace tu empresa, tienes que definir quién quieres ser, porque si no, sólo tendrás buenas intenciones.
Un lobo solo corre cuando ve algo que valga la pena perseguir. No corre por correr. Corre porque tiene un objetivo claro, un conejo que atrapar. Las empresas son exactamente igual.
Muchos emprendedores trabajan largas jornadas, resuelven problemas, apagan fuegos, pero no persiguen nada. No tienen un conejo enfrente, una visión.
Visión es tener claridad de lo que eres, nomás que ahorita estás en Etapa #1. Ya después irás en la Etapa #2, y luego Etapa #3 y así sucesivamente. Y a lo mejor, para llegar a lo que quieres ser, va a ser tu Etapa #10, pero siempre en esa dirección.
El Real Madrid, desde hace más de cien años, ya tenía claro quién quería ser. Por eso crecieron, por eso se ordenaron, por eso atrajeron talento, por eso se volvieron gigantes. Esto aplica para cualquier emprendimiento.
La grandeza no empieza cuando tienes éxito, empieza cuando defines quién quieres ser, incluso cuando no tienes nada.

Esta es la foto que tomé ese día. Una hoja amarillenta, escrita a mano, pero con una claridad que la mayoría de las empresas modernas no tiene.









