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El rico pan de Amalia en Santa Fe: 40 años de esfuerzo y sabor en Culiacán

A sus 64 años de edad, Amalia madruga diariamente para hornear el rico pan que vende por el bulevar Santa Fe, en Culiacán

14 diciembre, 2024
Amalia sigue horneando, no solo para subsistir, sino para vivir plenamente.
Amalia sigue horneando, no solo para subsistir, sino para vivir plenamente.

En el fraccionamiento Rincón Real, en en el sector Santa Fe, Culiacán, cada amanecer es una promesa de trabajo y dedicación para Amalia Félix Jiménez, una mujer que, a sus 64 años, sigue amasando más que pan: historias de superación.

Con más de cuatro décadas en el oficio y 23 años viviendo en Culiacán, Amalia ha hecho del pan no solo su forma de vida, sino también un símbolo de amor y esfuerzo.

El rico pan de Amalia en Santa Fe: 40 años de esfuerzo y sabor en Culiacán

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Todo comenzó en Badiraguato, su tierra natal, cuando sus ocho hijos eran niños y los recursos apenas alcanzaban para satisfacer los antojos de la familia.

“Mamá, haga pan”, le pidió uno de sus pequeños, y aunque al principio dudó, la iniciativa de sus hijos la convenció. "Pidieron harina fiada, juntaron leña y no me dejaron opción", recuerda entre risas. Así, sin saberlo, Amalia empezó a forjar un legado que la acompañaría por siempre.


El primer pan que salió de su horno improvisado fue de piloncillo. Aunque imperfecto, cumplió su propósito: alimentar y alegrar a la familia. Ese día, además de satisfacer a sus hijos, vendió 15 piezas y pagó las deudas iniciales.

De un antojo a una forma de vida

Poco a poco, el pan dejó de ser solo un alimento para convertirse en un recurso con el que podía sostener a sus hijos, permitirles comprar un helado o unas galletas.

“Cuando muy hijos eran unos niños, solo nos alcanzaba para darle un peso para un helado; ya cuando empecé a hacer pan y ellos a venderlos, podíamos darles también para sus galletas”, recuerda.


El tiempo pasó, y con la pérdida de su esposo, Amalia decidió buscar un empleo, pero pronto entendió que el pan era su camino. “Yo sé hacer pan, puedo trabajar a mi ritmo”, se dijo.

Amalia es un pilar para su mamá

Y aunque sus hijos en Estados Unidos le pidieron que dejara el trabajo, ella se mantuvo firme. “Necesitaba sentirme útil”, explica, además de ganar unos pesos para seguir ayudando a su madre, de 85 años, y a su hermano con síndrome de Down.

Cada día, Amalia se levanta a las cuatro de la mañana. Amasa con destreza, hornea con amor y, entre las 9 y las 10, se traslada a su punto de venta ubicado por el bulevar Orquídeas.

Frente a la Ley Expres de Lomas del Humaya, Amalia termina la venta alrededor de las 3 de la tarde, todos los días.

Entre las especialidades que ofrece están los panes con piloncillo, calabaza, cajeta y queso filadelfia, así como conchas y pan pizza. Todo a precios accesibles, porque para Amalia, el pan es más que un negocio: es una forma de compartir su pasión con la comunidad.

Además, en casa tiene un pequeño huerto donde cultiva calabazas, tomates y cilantro. Aunque a veces, afirma, le roban lo que siembra, no deja de plantar. Su filosofía es clara: “Mientras pueda trabajar, sigo adelante”.

Hoy, Amalia sigue horneando, no solo para subsistir, sino para vivir plenamente. Su historia es un recordatorio de que, con voluntad y amor, incluso un sencillo pan puede convertirse en un sustento para el cuerpo y el alma. 

Con el pan se acabaron sus preocupaciones mayores. Su producto es un agasajo para los clientes, porque “a quien le dan pan que llore”.


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